miércoles, 9 de mayo de 2012


Episodio cotidiano

Fría era la explicación que buscaba en aquellos ojos que veía todos los días entre multitudes de miradas que nada expresaban, hundidas en el remolino de vanidad y egoísmo que araza los pensamientos, y la soledad que extiende sus dedos sobre todo lo que veo. ¿Ilusión?

La excesiva luz del sol obscurecía toda visión y del asfáltico suelo se levantaba
un ardiente vao que entorpecía mi respiración, personas que salían de todos lados,
obstaculizaban mi camino, ensimismados, ausentes, guiando sus pasos hacia…
Misterio. Sus ojos expresan demasiado, expresan desamparo. Testigos silenciosos de lo indecible. Reflejan la indiferencia, la soledad y el dolor, aquello que somos, lo que ignoramos o no queremos ver de nosotros mismos. Sus ojos ven lo recóndito de nuestro ser.

Sus ojos penetraron mis pupilas hasta llegar a las profundidades de mí ser,estremeciéndome. Lo desconocido habitaba en aquella mirada, sentí terror al percatarme de que sus ojos nada más eran espejos en los que me veía.

El vao seguía asfixiándome mientras rumiaba estos pensamientos y las personas me atropellaban guiando sus pasos hacia…

Fríos se tornaron mis ojos al pasar a su lado y ver su mano extendida, su misteriosa mirada y su inexpugnable interrogación. Me confundí entonces con la multitud.

Continué mi camino hacia algún lado, perdido en aquel río de gentes que surtía el efecto de aquel otro, el mítico Aqueronte.
Por: Gerardo Rutke

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